martes, 29 de mayo de 2012

Yael, de Acapulco 70, la anti-gurú



He tenido que meditar un poco antes de decidirme a escribir este post. Por una parte pensaba "qué más da", "a quién le va a interesar esto", y también que no es asunto mío, que no tengo por qué pretender opinar siempre de todo ni descubrir "la verdad" (que es siempre tan relativa) a los demás, ni perder el tiempo con algo tan tonto como un conflicto de una bloggera con su comunidad de seguidores. Tampoco quiero ser ruin ni hacer daño.
Pero al final me he decidido a escribir sobre Yael, la autora del blog Acapulco 70, porque no tengo por qué aceptar que me hagan callar. Me gusta expresarme libremente y así lo hago. Advierto de que este post puede resultar un tanto gris y aburrido por la ausencia de imágenes, pero es que no me pareció muy ético tomar sus fotos de su blog para criticarla. Podría haber intercalado imágenes de gatitos, que siempre molan, pero su "linditor" supremo nos distraería del tema.

En fin, cuando uno sigue la trayectoria de Yael, esa bloggera que define lo que hace como "periodismo de pijama party", tarde o temprano va comenzando a sentir cierta desazón, viendo una evolución (o involución), a través de sus artículos, de alguien interesante a un ser que casi nos empieza a parecer detestable (y no afirmo que lo sea). Tiene publicaciones francamente interesantes y cargadas de una cierta sabiduría sencilla que hace que te cueste creer lo estúpida y vacía que puede llegar a parecer en otras de sus manifestaciones, como en sus vídeos de Youtube, por ejemplo. Pero, por una parte, los seres humanos somos contradictorios, no siempre tenemos que ser ni actuar del mismo modo y, por otra, ella no es perfecta, ni una gurú (eso dice ella, aunque se dedique a eliminar las voces discordantes como la líder de una secta). No es una sabia. Nunca dijo que lo fuera. Podemos disculparla de muchos modos. Por desgracia, lo que no podemos obviar es que es una prepotente y el peligro que, bajo mi punto de vista único e intransferible (y hasta puede que errado), su prepotencia supone.






No tengo reparo en reconocer que la entiendo. Tiene que ser un coñazo insufrible aguantar que cientos de personas te juzguen continuamente y te digan lo que piensan de ti o de tus ideas, o que se tomen la libertad de darte consejos como los que yo le daría: "un poquito más de autocrítica, que parece que nunca te cuestiones a ti misma, y otro tanto de amabilidad y consideración tampoco vendrían mal". Además, en realidad, ¿qué sé yo si se cuestiona o no? Sólo puedo saber lo que nos cuenta ella (que es bastante), y lo que intuyo por su modo de comportarse y relacionarse online. Y lo que se desprende de su comportamiento es que es una persona egoísta y sin empatía, que va exclusivamente a lo suyo y no le importa si molesta a otro o si desprecia su esfuerzo o su gasto de tiempo y energía con ella. Yael bloquea y borra los comentarios en sus perfiles de redes sociales, automáticamente, a las personas que "afectan a su paz mental". Lo comprendo y no me parece nada mal. Yo tampoco estoy dispuesta a sacrificar mi paz por consideración a unos trolls cualesquiera. El tema aquí es que los usuarios a los que ella veta y censura no se comportan como trolls. No insultan ni faltan al respeto, ni monopolizan vulgarmente la conversación. Son sencillamente personas que le llevan la contraria. Y no pasaría nada tampoco si hubiera algún tipo de aviso o regla de antemano. Pero el caso es que los seguidores en la redes de Yael de Acapulco 70 tienen la impresión (¡yo la tenía!) de que la chica fomenta el diálogo con y entre sus seguidores. Hasta que se la contradice. Entonces, en aras de esa mencionada paz mental, adiós muy buenas, se acabó el debate sin previo aviso. Tanto es así, que en principio su blog no permitía comentarios, añadió la opción durante un tiempo y la ha vuelto a eliminar. No es algo criticable. Es su blog y lo gestiona como le viene en gana, faltaría más. Pero nos da una pista de la baja tolerancia a la crítica que tiene.



El problema aquí (entre otros, porque más tarde definiré el auténtico problema) es que lo que ella define como paz mental es auto-complacencia, sencillamente no soporta que le lleven la contraria. No soporta cuestionarse y hallar que pueda haberse equivocado. Es que, igual si sus seguidores comienzan  a ver lo mucho que se equivoca (y no pasa nada porque todos nos equivocamos, pero claro, no todos pretendemos vivir de ser gurús que niegan serlo), o lo a la ligera que comparte sus opiniones sin informarse lo más mínimo, dejen de seguirla. Y si pierde seguidores, quién sabe... Quizás la editorial Planeta ya no esté interesada en publicar su librito.

La pérdida de seguidores, para ella, es claramente una pérdida de poder y, obviamente, de oportunidades profesionales. Y, así, no le importa perder a unos pocos, esas pocas voces discordantes, con tal de que no "contaminen" al resto. Pero Yael subestima  a sus seguidores (no hay más que ver cómo nos explica amablemente en sus vídeos las convenciones del lenguaje y nos desentraña, ¡oh, sabiduría suprema!. los misterios de las generalizaciones). Parece pensar que son estúpidos o, en cualquier caso, mucho menos inteligentes que ella que, en su trato condescendiente, da la sensación de creerse una mente preclara. Bueno, pues no lo son, y es cuestión de tiempo que se vayan dando cuenta por sí mismos de la clase de persona que es,  de lo que su actitud dice de ella, de la enorme falta de respeto y consideración que supone censurar las opiniones ajenas, argumentadas y sin faltar al respeto. La mala educación, la ofensa que hace al despreciar el tiempo y esfuerzo que otra persona ha dedicado a leer sus artículos y a opinar y a dialogar en su comunidad. Eso es lo injustificable. Eso es parte del problema. Equivocarse se equivoca cualquiera. Infalible no es nadie. Pero el no mostrar la menor empatía ni reconocimiento por el que tienes frente a ti... Eso no sé en qué te convierte. Pero no en una buena persona ni en alguien digno de ser seguido por otros.
Tener cosas interesantes (o que tú consideres de interés) que decir está muy bien. Pero si esto no va acompañado de un trato amable y educado no vale de nada. Y me temo que, en este aspecto, Yael deja mucho que desear. Yo, por tanto, no seguiré leyendo Acapulco 70, ni nada que proceda de ella. Y es una pena, porque, repito, tenía algunos artículos francamente interesantes. Pero creo que la humanidad está por encima de mi curiosidad o de la intelectualidad. No me apetece leer a una persona prepotente y desconsiderada y punto. ¡Será por comunicadores y escritores a los que leer!

El auténtico peligro que yo veo en alguien como ella, una persona con un cierto poder de convocatoria, con miles de seguidores, es que algunos o muchos de estos tampoco se informan demasiado antes de darle la razón. Más de una vez he leído comentarios del tipo "nunca antes había oído hablar de esto, pero estoy de acuerdo contigo". Comentarios a artículos absolutamente carentes de trasfondo, de argumentos, que son pura opinión sin fundamento. Ese es el peligro. Que Yael arrastra a toda una comunidad de desinformados (no hablo de todos, por supuesto, pero es una situación que se da en algunos casos) que aceptan sus ideas como una verdad universal sin cuestionárselas. Es por ello que pienso que esta mujer tiene una responsabilidad. Ella constantemente se desentiende y se de-responsabiliza. Ella solo opina, ella no es sabia, ella no es ninguna gurú... Lo cierto es que todos somos adultos y ella no tiene por qué educar ni aleccionar a nadie. Aun así, a mí me causa cierta inquietud esa actitud de líder de secta que no reconoce errores, o los reconoce a regañadientes, con excusas y eufemismos, y que, además, elimina las voces discordantes a su discurso de un plumazo y sin contemplaciones.

Para hacernos una idea, la autora de Acapulco 70 es una persona capaz de afirmar sin sonrojo (y sin pruebas ni argumentos, por supuesto) y con total contundencia, que las protestas en general y el 15M en particular, están manipuladas. Ella dice no haber participado jamás en protestas, pero se ve que su omnisciencia le hace ver en la distancia lo que los que están presentes no ven. Pero, claro, ella es Yael, y ellos son sólo ovejas, la masa cegada...

Otra pequeña pincelada que da una pista de su personalidad es que critica a las españolas por enfrascarse en "debates milenarios como si se debe poner primero la base o el corrector". Ella, una bloggera que alcanzó la popularidad a raíz de escribir un artículo sobre el trascendental tema del champú.


Yael, además, tiene mucho cuento. Y su blog Acapulco 70 es una oda al ego. Disfraza de generosidad lo que en realidad es ego puro y duro. Para ella, compartir sus ideas en un blog es un acto de generosidad. Pero un blogger generoso es el que enlaza a otros, el que reseña a otros, el que ayuda, el que escucha, y también aquél que comparte cosas de verdadera utilidad práctica sin esperar nada  a cambio. Yael no es más que una egoblogger disfrazada de intelectualidad new age. No tenéis más que echarle un vistazo. No hay enlaces, no hay interacción, no hay nada más que ella, ella, ella, y fotos de ella. Y a mí no me apetece seguir alimentando el ego de esta chica de trato desagradable, la verdad. Aun así, si esto no os importa, recomiendo la lectura de algunos de sus artículos antiguos, como este. Otros, como este, son del todo ridículos. Este último es el que ha desencadenado cierta polémica. Cosa lógica por otra parte... Y no ya porque ataque a España o determinados supuestos aspectos de la sociedad española, sino porque no tiene ninguna clase de fundamento. Es una rabieta en forma de artículo. La de alguien que pretende que todo un país se adapte a su mentalidad estadounidense del "todo disponible para mí aquí y ahora" en lugar de adaptarse ella al país que visita. Es una simple y total estupidez desmontable punto por punto (pero eso ya lo haré en otro post si tengo ganas, ahora estoy demasiado aburrida de Yael y me da demasiada pereza seguir hablando de ella mucho más).

Yo le diría: "Yael, háztelo mirar", que la crítica ayuda a crecer y a ser mejor. Y que le haría bien. Pero ya me estoy metiendo bastante en lo que no me llaman escribiendo este articulillo absurdo. Y, en realidad, toda esta historia  y la propia Yael me importan bien poco. No la odio de pronto ni nada así. Como he repetido, escribió algunos artículos interesantes. Pero he de reconocer que no me gusta nada que me censuren y no me permitan expresarme, de modo que lo hago a través de mi blog, que para eso es mío ;P

No soy su enemiga, ni proyecto de némesis. Sólo me gusta opinar libremente y he tenido que hacerlo así. No le deseo ningún mal. Al contrario. Espero que reflexione y siga mejorando (espero hacerlo yo también, porque igual soy injusta y me equivoco).
Espero que la editorial Planeta publique su libro y que sea todo un éxito, y que Yael siga escribiendo y publicando si es lo que quiere hacer y lo que le hace feliz. Por ella, por su bien, y porque no creo que pueda trabajar jamás por cuenta ajena. Ese ego desmesurado no cabe en una oficina cualquiera.